Capítulo 167 A comer mariscos
Mónica sintió dos rubores aparecer en sus mejillas. No se atrevió a levantar la mirada, bajó la cabeza y, explicó: —No, es que estaba viendo cómo comía comida de mar tan bien, quedaron tan completas. ¿Sueles comer mariscos?
—No me gustan los mariscos y nunca los cómo.
Sergio se sentó recto y dijo con calma.
Mónica se quedó por un momento sorprendida y, con cierta curiosidad, preguntó: —Entonces, tío Sergio, ¿cómo es que comes tan bien?
—Solo por gusto.
Su voz era bastante suave, pero dejó a Mónica asombrada por completo.
Entonces, ¿de dónde había sacado ese amor por los mariscos?
Y lo hizo tan bien.
Ella apenas se recuperó un poco de su sorpresa cuando Sergio levantó la langosta que había pelado y la puso justo frente a ella, incluso le echó un poco del jugo de un camarón sobre la carne.
—¿Esto... lo pelaste para mí?
Mónica preguntó algo incrédula, con los ojos ligeramente abiertos.
Sergio la miró, con los ojos entrecerrados y una ligera sonrisa en los labios: —Sí, lo pelé para ti.
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