Capítulo 10
Jairo miró una y otra vez la foto de sí mismo en el acta de divorcio, incapaz de aceptar que fuera real.
El pánico lo invadió de golpe, ahogándolo por completo.
Apretaba el documento con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos, los ojos desorbitados.
Tras respirar hondo una y otra vez, soltó una risa incrédula: —Mamá, ¿me estás tomando el pelo? Tú y María nunca se llevaron bien, ¿y ahora pretendes ayudarla a engañarme? ¿Hasta falsificaste un acta de divorcio?
—¿Dónde está María? Haz que salga de inmediato. La salud de Arturo es crítica, cuanto antes le trasplanten la médula, antes mejorará. No sigan con este chiste cruel.
Sin darle importancia, tiró el acta de divorcio al cesto, con el rostro incrédulo.
Beatriz frunció el ceño y dijo con frialdad: —No ayudo a María a engañarte. Es la verdad, ya se divorciaron y Arturo murió. Lo creas o no, los hechos no cambian.
—Tengo cosas que atender. Pronto elegiré una joven de familia adinerada compatible contigo para que salgan y cierre

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