Josefina entró en la casa y enseguida vio los impresionantes adornos dispuestos en la sala.
No pudo evitar exclamar sorprendida.
La espalda de Bernardo se tensó de repente, y en sus ojos se encendió un fuego.
Las palabras de las demás personas en la sala de pronto se convirtieron en un zumbido indistinguible.
Solo la voz que había anhelado por más de dos angustiosos años entró en sus oídos.
Los ojos de Josefina brillaban emocionada mientras se acercaba a una pachira tallada en jade.
La examinaba con detenimiento.
¡El material de este jade era de alta calidad!
¡Ya no se encontraba jade de esta calidad y color en la actualidad!
—¡Era preciosa!
Josefina había aprendido desde pequeña con Ana a identificar antigüedades y reconoció de inmediato que la pachira frente a ella era un tesoro invaluable.
Esa exclamación hizo que enseguida Bernardo se girara bruscamente para mirar.
Al ver a Josefina vestida con ropas tradicionales, su cuerpo se tensó de nuevo, pensando que lo que veía era solo una