Capítulo 1985
Además, ellas habían oído que ese hombre era cruel hasta el extremo, y casi ninguna mujer que lo hubiera servido había sobrevivido. Todas eran torturadas hasta el límite del sufrimiento.
¡Era un verdadero depravado!
Incluso tenía un pozo de serpientes en el patio.
Le gustaba aplicar torturas.
En su territorio, Ciudad de la Felicidad, un lugar remoto, nadie podía controlarlo.
Ahora, ni siquiera en Ciudad A era diferente.
Todos le temían. Parecía como si el mundo entero estuviera enfermo, a nadie le importaba la vida de la gente común. Todos los veían como insectos insignificantes.
Cuando aquel hombre los miró de arriba abajo, fue como si una espada afilada cortara el aire.
—De izquierda a derecha, que se quede la tercera —ordenó el hombre con voz gélida.
La mujer que estaba en la tercera posición, al escuchar que debía quedarse, quedó aterrorizada, con el rostro empapado en lágrimas.
Entre sus rasgos, lo que más destacaba eran sus ojos, extraordinariamente hermosos.
Eran casi idénticos

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