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Capítulo 2

—Tengo una hermana menor que está gravemente enferma. El médico ya emitió un aviso de estado crítico; dice que, como mucho, le queda un mes de vida... —Oh... Al escuchar las palabras de Liliana, lo comprendió de inmediato. Parece que no era esta señora quien buscaba un esposo temporal, sino que quería encontrar uno para su hermana. —Chico, ¿estarías dispuesto a celebrar una ceremonia sencilla de matrimonio con mi hermana? —Podría ser... Pero tendría que aumentar el precio. El servicio de novio temporal costaba como mínimo 50 dólares diarios. ¡El de esposo temporal, sin duda, debía valer más! Además, la otra parte ya estaba gravemente enferma, al borde de la muerte. En una situación así... ¡El precio tenía que ser aún más alto! Por día... No podía ser menos de 100 dólares. —Mientras estés de acuerdo, el dinero no es problema. ¿Qué te parece esto? Después de la ceremonia de matrimonio, te doy cincuenta mil en efectivo. —¿Qué?! ¿¡Cincuenta mil dólares!? —Sí, te los entrego de una sola vez, justo después de la ceremonia. Liliana asintió con la cabeza. Su mirada seria no dejaba lugar a dudas: no estaba bromeando. —Entonces... Solo tengo que hacer la ceremonia con tu hermana, ¿cierto? ¿No hay más? Si podía ganar cincuenta mil dólares con tanta facilidad, ¡sería un golpe de suerte! Una ceremonia de boda, al fin y al cabo, no tomaba más que medio día. ¿Podía realmente ser tan simple? —Ya que se celebrará una ceremonia, tendrán que registrar legalmente el matrimonio. Pero es fácil: solo necesitas traer tu cédula y el padrón. —¿Ah? ¿También hay que registrar el matrimonio...? Silvio no pudo evitar sorprenderse. ¡Así que no era tan sencillo como pensaba! Eso significaba que, para recibir los cincuenta mil dólares, tenía que casarse oficialmente con su hermana. Pero si ella solo tenía, como máximo, un mes de vida... Eso quería decir que ese matrimonio legal duraría apenas eso. Un mes... ¡por cincuenta mil dólares! ¡Estábamos hablando de cincuenta mil dólares! —Claro, si van a casarse, debe ser oficial. Pero mi hermana vivirá, con suerte, un mes. Esto no debería afectarte demasiado si más adelante decides volver a casarte. ¿Qué opinas, chico? —... Al escucharla, Silvio se quedó pensando. Cincuenta mil dólares no era poca cosa. Al fin y al cabo, solo sería por un mes. Esa acta de matrimonio pronto no tendría validez. Si luego se casaba con otra mujer, lo único que tendría que presentar sería un certificado de defunción de su anterior esposa. Claro, eso podría influir un poco en una futura boda. Pero... ¡Le estaban ofreciendo cincuenta mil dólares! —Usted quiere que me case con su hermana para mejorar su suerte, ¿verdad? —Hmm... —Veo que no eres ningún ingenuo. Exactamente, queremos intentar mejorar sus días; es lo único que nos queda. —¿Y si realmente mejora y su hermana se cura? Después de todo, si de suerte se trata, siempre hay una posibilidad, ¿no? ¿Y si el diagnóstico médico fuese erróneo? Dicen que no vivirá más de un mes, pero... ¿Y si vive muchos años más? —Si realmente se cura, no te preocupes, mi hermana se divorciará. Y yo te daré otros doscientos mil dólares. Solo si logra vivir más de tres meses, te los entregaré. —¿¡Doscientos mil dólares!? Silvio abrió los ojos de par en par al escuchar aquello. ¡Nunca en su vida había visto tanto dinero junto! —Sí, doscientos mil. Liliana asintió con una expresión de absoluta seriedad. Y en su mirada se notaba una emoción contenida, difícil de explicar. —Muy bien, señora. Acepto. ¡Era el mayor negocio que Silvio había recibido en toda su vida! Un acuerdo de seis cifras... no era momento para dudar. Con ese dinero, su madre podría recibir tratamiento en un buen hospital. Con ese dinero, conseguir una esposa en su pueblo ya no sería un problema. ¿Y si la mujer con la que se casara realmente sobrevivía esos tres meses...? Muy pronto... Silvio y Liliana llegaron a un acuerdo. ... El lunes llegó en un abrir y cerrar de ojos. Silvio, con su padrón y su cédula en mano, se dirigió apresuradamente al Hospital Cielo Azul de Ríoalegre. Liliana le había dicho que su hermana estaba internada en la unidad de cuidados intensivos de aquel hospital. Solo tenía que llevar los documentos y alguien se encargaría de ayudarles con el acta matrimonial. Una vez con el acta en la mano, se pondría el traje de novio y entraría a la UCI. Allí, una persona estaría invitada específicamente a oficiar una ceremonia sencilla. Terminada, Liliana le entregaría los cincuenta mil dólares. Silvio era muy puntual, especialmente cuando se trataba de ganar tanto dinero. Antes de las ocho de la mañana, ya estaba en la sala de espera de cuidados intensivos. Entonces marcó el número de Liliana. —Buenos días, señora, soy Silvio. Ya llegué... —Espera un momento, chico. Estoy por llegar con algunas personas. Gracias por tu disposición... Liliana mantenía ese tono amable y respetuoso de siempre. Pero en su voz se notaba claramente un matiz de emoción. —De acuerdo... Silvio colgó la llamada y se sentó con calma en una banca del hospital, aunque por dentro ya hervía de entusiasmo. ¡Muy pronto tendría en sus manos cincuenta mil dólares! Si todo salía bien, no debería haber ningún problema. En cuanto a la persona con la que iba a casarse... Ni siquiera le importaba. Después de todo, era alguien al borde de la muerte. Él solo estaba allí para ayudar a mejorar su suerte y cumplir su parte. El tiempo pasaba, minuto a minuto... Silvio esperó alrededor de veinte minutos. Las puertas del ascensor se abrieron a lo lejos. Liliana apareció acompañada de varias personas. Hombres, mujeres, jóvenes, adultos... En total, unas seis o siete personas. —Buenos días, señora... Silvio reconoció de inmediato a Liliana y se puso de pie para acercarse. Las personas que la seguían también dirigieron sus miradas hacia él. —Muy bien, chico. Eres puntual. ¿Trajiste tu cédula y tu padrón? —Sí, aquí los tengo. Dicho esto, Silvio sacó los documentos de su mochila. —Zacarías, encárgate del trámite, por favor. —Claro, jefa Cordero... Un joven que caminaba detrás de Liliana respondió de inmediato. Sacó la laptop que llevaba consigo y recibió los documentos de Silvio. También le tomó una fotografía de medio cuerpo frente a una pared blanca. Luego de varios pasos más... —Jefa Cordero, voy al Registro Civil ya mismo. En un rato regreso con el acta de matrimonio. —Está bien, ve. Zacarías, tras completar los trámites, salió apresurado, con papeles en mano.

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