Capítulo 66
—¡Muy bien! ¡A salir a pasear!
Silvio se frotó los ojos y desvió la mirada que se había quedado algo perdida.
Justo en ese instante, sintió como si estuviera conociendo a Esther por primera vez.
Cuando estaban en el hospital, ella vestía ropa de paciente.
Después, en casa, usaba pijamas.
Y siempre llevaba el cabello suelto, sin arreglarse mucho.
Ahora, con solo un ligero toque, ¡su presencia había cambiado por completo!
—Snif, snif...
Silvio, discretamente, aspiró el aroma sutil que emanaba del cuerpo de Esther, y no pudo evitar sentirse algo aturdido.
¿Por qué sentía que el porte de Esther era tan fuera de lo común?
¿Será que había conseguido un tesoro raro?
...
Salieron de casa y pronto llegaron en ascensor a la planta baja.
—Amor, ¿es ese auto?
Todavía no oscurecía del todo después de la cena.
Al salir del edificio, Esther vio de inmediato una Toyota Prado estacionada no muy lejos.
En los alrededores solo había una camioneta nueva y reluciente; no había duda de que era esa.
—Sí, amo

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