Capítulo 21
Héctor cambió de estrategia, pero no para mejor.
Dejó atrás los regalos ostentosos y adoptó un método más asfixiante.
A la misma hora, cada día, aparecía frente a su oficina o su edificio, con una caja de comida que decía haber preparado él mismo.
Ya no gritaba ni hacía escándalos. Solo la miraba desde lejos, con tristeza y devoción, como si ella fuera la culpable.
Una tarde, después de que Diana pasara junto a él sin siquiera mirarlo, Héctor golpeó con furia la pared del estacionamiento. Con la mano sangrando, se acercó a su carro y murmuró con voz ronca: —¿Así podrías mirarme? Solo una vez.
Diana, desde el asiento, lo observó en silencio. Aquella escena, más que conmoverla, le produjo un profundo asco y un miedo helado.
Apretó el seguro de las puertas y llamó a la policía. Para ella, aquella devoción era más repulsiva que la arrogancia de antes. No era amor, sino chantaje emocional, una forma de tortura psicológica.
Los padres de los hermanos, ya al límite, decidieron intervenir. Ver

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