Capítulo 12
Por lo que decía Rodrigo, parecía que la razón por la que Pablo se había mudado y no volvía a casa, era porque yo no regresaba.
Pero ¿cómo iba a ser posible? Desde pequeños, Pablo me había repetido más de una vez que no le agradaba, que no quería que yo fuera su hermana.
Bajé lentamente la mirada: —Quizá se equivoque. Pablo siempre ha sido distante conmigo; lo que yo diga no tiene ninguna importancia para él.
Rodrigo insistió: —Solo quiero que lo intentes. Aunque al final no vuelva, al menos sabré que no es por ti.
Fruncí el ceño y alcé la vista para rechazarlo, pero, en cuanto lo miré, dudé.
Ese Rodrigo que yo recordaba, siempre calculador, impecable, con el cabello perfectamente peinado, ahora se veía envejecido.
Las sienes completamente canosas, la mirada turbia y llena de anhelo. Ya no era el poderoso presidente del mundo empresarial, sino un hombre mayor que solo deseaba que su hijo regresara a casa.
Las palabras que iba a decir se me quedaron atoradas. Tras inspirar hondo, murmur

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