Capítulo 39
Al aterrizar el avión, me arreglé con esmero para salir hacia la recepción.
El vestido que Pablo había elegido para mí era amarillo, con flecos de perlas en los hombros; pero el verdadero protagonismo no estaba ahí.
Sino en cómo la prenda se ceñía a mis curvas. El escote realzaba mi pecho, y la estilista remató el conjunto con un collar de diamantes que descansaba sobre mi cuello.
Y cuyo extremo caía suavemente hasta señalar el canal del escote.
Era la primera vez que llevaba algo así, y me sentía extraña.
—¿Lista? —Preguntó Pablo, abriendo la puerta.
La estilista hizo un último retoque con el peine: —Presidente Pablo, ya está lista.
Al verlo acercarse, me dieron ganas de buscar un agujero donde esconderme.
Qué situación tan incómoda.
Pero no podía negarme, así que avancé con resignación.
En sus ojos, normalmente tranquilos, se encendió un destello que enseguida contuvo. Me recorrió con la mirada y asintió, visiblemente complacido: —Nada mal.
—Tú tampoco estás mal. —Respondí, intentand

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