Capítulo 96
—Esto... —Las facciones contraídas de Antonio volvieron a la normalidad. Sacó su celular del bolsillo, activó el altavoz y preguntó. —Presidente Pablo, ¿sigue escuchando?
La voz de Pablo sonó al otro lado con burla: —No hace falta que cantes ni bailes. Una persona tiesa bailando parece un árbol zarandeado por el viento.
Pensé para mí: "¡Pablo, eres experto en herir a la gente! Tu lengua es como veneno."
—Con que no vengas despeinada y desaliñada es suficiente.
La llamada se cortó. Lo miré con furia a Antonio: —¡Cómo pudiste hacerme esto!
Antonio se quitó el auricular bluetooth y retrocedió varias veces: —¡No me culpes! Te di todas las señales posibles, pero tú ni caso.
A la mañana siguiente, a las siete en punto, me presenté en el aeropuerto en mi mejor estado, aunque con un disgusto enorme por tener que recibir a Pablo.
Él avanzaba con calma, llevando en la mano una maleta negra.
Al pasar a mi lado, se quitó las gafas de sol y comentó: —Tu resentimiento se nota demasiado.
Pensé para m

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