Capítulo 6
Como acababa de salir de una cirugía, Manuel insistió en cambiar el vuelo de María para dos semanas después.
El día antes de su partida, María regresó a su casa para preparar sus documentos.
Cuando el auto se detuvo frente a la entrada del condominio y ella bajó, escuchó el rugido estruendoso de varios autos deportivos detrás de ella.
Uno de los autos frenó bruscamente, bajaron la ventanilla y apareció un rostro familiar.
—¿No es esta nuestra conocida María?
Ella lo recordó. Era Ricardo Rodríguez, uno de los acreedores que Alejandro le había presentado, también accionista del Grupo Altamar.
Alejandro bajó de uno de los autos que venían detrás. —María, ¿qué haces aquí?
María, conteniendo las náuseas, desvió la mirada. —Vine a recoger unos documentos.
—¡Ah! —Ricardo pareció entender—. Tu vuelo con el equipo que viaja a Ucrania es mañana.
Al oír eso, los ojos de Alejandro se suavizaron de repente. —Está bien, te perdono por lo que le hiciste a Carmi. Mañana, mi hijo y yo te llevaremos al aeropuerto, y cuando regreses, viviremos bien juntos.
—Está bien. —María no quería perder el tiempo hablando con él y se dio la vuelta para entrar al condominio.
A sus espaldas, las risas burlonas de aquellos hombres se expandieron sin ningún recato.
—¡Jajajajaja, de verdad domaste a María como si fuera una perrita obediente!
—Aunque, con esa faja en la cintura, parece un escarabajo. Y todavía piensa en trabajar para ti para pagar sus deudas. Qué patética, jajajajaja.
Alejandro miró la figura tambaleante de María alejarse, y levantó la comisura de los labios, lleno de orgullo.
Estaba de tan buen humor que decidió seguir la fiesta con sus amigos hasta el amanecer.
A las siete de la mañana sonó la alarma, y Ricardo fue presionado para ir al instituto de diseño a vigilar a María.
—La cintura de María acaba de ser operada, ve y encárgate de que alguien del proyecto la supervise bien y no haya errores.
Alguien se burló. —Já, sí que cuida a María, ¿eh?
Ricardo llegó temprano al instituto de diseño, donde ya había un autobús estacionado y varios ingenieros listos para partir.
El director del instituto de diseño lo recibió con una sonrisa. —Señor Ricardo, todos están listos. Partimos de inmediato.
Ricardo revisó la lista de personal para el viaje y arrugó la frente profundamente. —No puede ser, falta una persona.
—¿Quién?
—¿Y María?
El director del instituto se mostró algo confundido. —¿María? Renunció apenas regresó de Ucrania.
La mente de Ricardo se quedó en blanco de repente.
Sintió un sudor frío recorrerle la nuca mientras miraba el número de Alejandro, dudando si debía llamarlo o no.
En ese momento, María ya iba a toda velocidad en el auto de Alejandro, rumbo al aeropuerto.