Capítulo 20
Ricardo acababa de hablar cuando Carmen salió de la casa con una caja de joyas antigua entre las manos.
Su cara estaba iluminada por una sonrisa radiante.
Lucía miró aquella caja y sintió una punzada amarga en el corazón.
Carmen dejó la caja sobre la mesa frente a Lucía.
Ricardo dijo: —Esto fue heredado de la madre de Tomás. Dijo que era un regalo para su futura nuera. Ya es momento de entregártelo.
Carmen, feliz por Lucía, añadió: —¿Qué haces ahí aún? ¡Ábrela y mira!
Lucía alzó la mano y acarició la exquisita caja de sándalo morado, sintiendo un nudo en la garganta.
Si hubiera sido antes, sin duda se habría alegrado.
Porque eso significaba que había obtenido el reconocimiento de Ricardo.
Pero en ese momento no había alegría, solo arrepentimiento.
Después de respirar hondo, Lucía empujó la caja de vuelta hacia Ricardo.
Con la actuación que había cultivado en sus años navegando el mundo empresarial, habló con la mayor calma posible: —Lo siento, quizá vaya a defraudar su buena intención,

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