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Capítulo 31

No quería seguir desperdiciando el tiempo en personas que no tenían ninguna importancia. Pero aun así había llegado un paso tarde. El personal del restaurante le dijo que el director Manuel y los demás se habían marchado después de comer. Hacía apenas diez minutos. Podía aceptar llegar media hora tarde, o incluso veinte minutos, pero ¿justo diez minutos? Precisamente esos diez minutos que la separaban de encontrarlos. La cruel realidad hizo que Lucía perdiera todas sus fuerzas y recursos, y salió del restaurante, exhausta. Afuera, ya no estaban las siluetas de Tomás y Norma. Solo Hugo seguía esperándola allí. Él insistía con obstinación: —¿Podemos ir al hospital ahora? Lucía no había mentido; en verdad eran solo heridas leves, pero la herida se veía bastante seria. Especialmente la de la rodilla: al caminar, cualquier esfuerzo tiraba de ella y provocaba un dolor punzante que le atravesaba el pecho. —Te llevo a casa. —Hugo no se quedó tranquilo hasta que la ayudó a vendarse las heridas.

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