Capítulo 90
Norma, llena de alegría, se marchó junto con Tomás y, mientras caminaban, le habló con coquetería: —Tomás, esta comida saldrá muy costosa. En realidad, siendo de la misma familia, con algo sencillo basta, no hace falta venir a un restaurante tan elegante.
Muy sensata, muy medida y además muy considerada.
Tomás, probablemente satisfecho con su generosidad y corrección, habló con un tono visiblemente más suave que cuando había evaluado a Lucía antes: —Es lo que corresponde.
Había pasado un tiempo desde que ellos dos se marcharon y Lucía aún no había dicho nada.
Víctor guardó silencio un momento antes de preguntarle: —Señorita Lucía, ¿está usted bien?
—¿Me veo muy mal? —preguntó Lucía.
Víctor era una persona honesta. —Un poco.
—No pasa nada, no me moriré. —Lucía bebió un gran vaso de agua helada.
En realidad, sí estaba triste, pero no estaba triste por Tomás.
Sino por aquella que, en el pasado, había apostado todo por amor; estaba triste por sí misma.
En esta relación, la única persona a

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