Capítulo 2
Después de salir del registro civil, Sandra intentó llamar en varias ocasiones a Ricardo para contarle lo que había sucedido, pero él no contestó ni una sola vez.
Había donado demasiada sangre y no tenía fuerzas, así que decidió regresar a descansar.
Al día siguiente fue al hospital y, frente a la puerta de la habitación, vio a Ricardo.
Él estaba sentado junto a la cama de Valeria, soplando sin cesar para enfriar una bandeja de arroz caldoso y alimentándola, con una ternura indescriptible.
Sandra lo observaba en completo silencio, recordando cuántas veces en su vida anterior estuvo a punto de desmayarse por la pérdida de sangre y él nunca fue a verla, de repente, se sintió ridícula y triste.
Tomó varias respiraciones profundas para calmarse un poco y luego levantó la mano para tocar la puerta.
Ricardo se giró al verla, y la sonrisa en su cara se congeló de inmediato.
Con seriedad, salió y cerró la puerta, su voz estaba llena de agotamiento. —¿No respondo tus llamadas y aun así vienes hasta aquí? ¿Qué es lo que quieres?
Sus ojos estaban enardecidos, tenía profundas ojeras y su tono de voz denotaba impaciencia.
Sandra no perdió más tiempo y le entregó su bolso junto con el certificado de matrimonio.
—Vine a decirte que ya obtuve el certificado de matrimonio.
Ricardo la miró con asombro, y su voz se tornó más sombría.
—¡Cállate! Valeria se acaba de despertar después del accidente, no quiero que se entere de que me casé.
—No fuimos nosotros, los que obtuvieron el certificado de matrimonio fueron tú y...
Sandra intentó aclararlo, pero antes de que pudiera terminar de decir el nombre de Valeria, Ricardo la interrumpió en voz baja.
—¡Basta de tonterías! Recuerda, si no fuera por Valeria, ¡jamás me casaría contigo en esta vida! Más te vale que seas consciente de tu lugar, no vayas por ahí divulgando esta noticia ni presumiéndoselo a Valeria.
Después de decir estas palabras, tomó el bolso de Valeria sin mirar los dos certificados de matrimonio y se dio la vuelta para regresar a la habitación.
Al ver que no quería escuchar más, Sandra desistió de seguir explicándole.
De todas formas, ella ya tenía la intención de irse, tarde o temprano él descubriría quién era su esposa.
No se quedó más tiempo y entró al ascensor.
Un grupo de enfermeras justo iba a bajar y conversaban animadamente.
—Escuché que el señor del Grupo Estelar alquiló la habitación VIP, no es de extrañar que sea tan generoso. ¿La que está en la habitación es su novia? Vi que no se separa de ella ni por un solo instante, cuidándola día y noche, e incluso invitó a varios de los expertos ya jubilados para tratar a su novia. ¡Qué romántico!
—Cuando la chica fue llevada al hospital, los médicos ya habían emitido un parte de riesgo vital. Fue él quien la rescató de las manos de la muerte. Su novia resultó con heridas de gravedad, pero este multimillonario de Venturis no solo gastó infinidad de recursos médicos para mantenerla con vida, sino que también consiguió a alguien para donarle una gran cantidad de sangre y salvarla. ¡Casarse con él es una bendición!
Sandra escuchaba en absoluto silencio.
Ricardo en verdad era tan apasionado como decían ellas.
Había volcado todo su tiempo y amor en Valeria, incluso a costa de sacrificar su propia felicidad para mantenerla viva.
Lo amaba con el alma.
Pero esta vez ya no necesitaba sacrificarse de esa manera, porque Sandra ya le había devuelto a Valeria.
Y Sandra no cometería el mismo error dos veces, tendría un futuro nuevo y mejor que el de antes.
Con ese pensamiento en mente, Sandra fue a solicitar su visa.
En su vida anterior, por quedarse a su lado, había renunciado a la valiosa oportunidad de estudiar en el extranjero.
En esta vida, solo quería alejarse de él y cumplir su sueño de ser diseñadora.
El personal revisó con prontitud sus documentos y luego ingresó la solicitud en la computadora.
—El resultado de la aprobación de la visa se notificará dentro de dos semanas, es mejor que regrese a esperar la noticia.
Sandra anotó la fecha y salió entusiasmada a tomar un taxi.
Al llegar a casa, empezó a organizar con detenimiento todas las cosas relacionadas con Ricardo.
Las miles de fotos que le había tomado a escondidas, el uniforme escolar que él había tirado de manera casual al graduarse, el regalo de navidad que ella había comprado a través de otra persona cuando él lo intercambió...
En su vida anterior, empezó a gustarle a los quince años, se casó con él a los veintidós y por desgracia murió en la mesa de operaciones a los veintinueve, las cosas que había coleccionado de él llenaban todo su cuarto.
Le tomó dos días enteros limpiar todo eso.
Le pidió a la sirvienta que llevara las docenas de cajas a la puerta, preparándose para tirarlas todas.
Justo cuando las cajas se estaban moviendo, vio el auto de Ricardo estacionado frente a su casa.
Bajó con cuidado la ventanilla y, al mirar las cajas, su mirada se congeló como el hielo.
—Valeria todavía está muy débil, así que la llevé a mi casa para cuidarla. Aunque nos casamos, no puedes mudarte a mi casa sin mi consentimiento.
Sandra quedó petrificada, siguió su mirada y se dio cuenta de que él había malinterpretado la situación, quiso explicarlo.
—Estas son cosas que voy a tirar, no tenía la intención alguna de mudarme a tu casa...
—Mientras no te mudes, no me importa lo que vayas a tirar. Sube al auto.
Ricardo la interrumpió con frialdad, haciendo que el conductor abriera la puerta trasera del auto.
Sandra no entendía qué pasaba, una ligera confusión apareció en su cara.
—¿A dónde vamos?