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Capítulo 903

En ese momento, Roberto, con el rostro serio, se subió al carro. Llamó a la señora Teresa; la llamada se conectó, pero durante un buen rato no se percibió ningún sonido. Roberto guardó silencio unos instantes y luego dijo: —No vuelva a dejarse engañar por las palabras dulces de la familia Mendoza. La señora Teresa, tapándose la boca, rompió a llorar desconsoladamente. Acababa de presenciar con sus propios ojos las palabras que había pronunciado y, en ese instante, fue como si la hubiera alcanzado un rayo. Jamás habría imaginado que Beatriz realmente la utilizaría. Roberto esperó un poco antes de hablar de nuevo: —Descanse un poco, cuídese, voy a colgar. Enseguida, Roberto llamó a Santiago: —¿Dónde estás? —Estoy afuera, cantando y divirtiéndome con unos amigos. —Vuelve a casa ahora mismo. La voz de Roberto era autoritaria. Santiago no estaba muy dispuesto: —Roberto, ¿qué pasa que tienes tanta prisa? —Cuando llegues lo sabrás. No dejes que la familia Mendoza se acerque a Teresa. Al escuc

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