Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 6

Llevaba un traje negro de alta costura, hecho a mano y de corte impecable; cada centímetro de tela irradiaba un lujo discreto que delineaba a la perfección su figura; hombros anchos y cintura estrecha. La luz proyectaba suaves sombras sobre sus facciones marcadas; aquel hombre tenía una belleza impactante, pero al mismo tiempo, una frialdad intimidante. Tenía la nariz recta y prominente, los labios delgados firmemente cerrados, la línea de la mandíbula tan afilada como si hubiera sido tallada con un cuchillo... pero sobre todo, esos ojos: profundos como un estanque helado, carentes de toda calidez. Bastaba con que los posara sobre alguien, aunque solo fuera un instante, para transmitir una presión intensa, una mezcla de indiferencia y autoridad propia de quien ha estado mucho tiempo en lo más alto. Cualquiera que se cruzara con esa mirada, probablemente se habría quedado sin fuerzas en las piernas y sin palabras en la boca. Pero en ese instante, esos ojos capaces de congelar cualquier cosa, al posarse sobre ella, se derritieron milagrosamente. El hielo se desvaneció, dejando únicamente una emoción indescriptible, casi... tierna. Sí, ternura. ¡Esa palabra aplicada a él era prácticamente una fantasía! Sin embargo, ocurrió. Ella se quedó completamente quieta, con la mente en blanco. ¡Javier! ¿Qué hacía él allí? Antes de que pudiera recuperarse del impacto, Javier ya se había movido. Avanzó un paso, extendió su brazo y, sin dar lugar a réplica, la atrajo con fuerza y firmeza contra su pecho. El "bang" de la puerta cerrándose los aisló del mundo exterior. Su abrazo era amplio y sólido, transmitía una calidez tranquilizadora y un aroma sutil que la envolvió en un instante. La fuerza de sus brazos era intensa, tanto que casi le dolían los huesos, pero de una forma extraña, esa presión le transmitió una seguridad que nunca antes había sentido. Una mano, de dedos largos y definidos, acarició con suavidad su cabello sedoso, descendiendo desde la coronilla hasta las puntas, con una delicadeza casi inconcebible. Él no dijo nada. Pero ella sintió que en ese abrazo silencioso se contenían miles de palabras no pronunciadas. La añoranza reprimida, la espera en la sombra, la preocupación que no había podido expresar. Tres años. Habían pasado exactamente tres años sin verse. —Bibi, he vuelto. —Su voz profunda sonó sobre su cabeza, con un matiz áspero casi imperceptible—. Tres años es mucho tiempo. Para él, esos tres años habían sido casi un siglo. Esperó a que terminara aquel absurdo matrimonio, y solo entonces se atrevió a acercarse poco a poco. —A partir de ahora, no dejaré que nadie te haga daño —dijo con un tono firme, cargado de una promesa incuestionable. Ella sintió un nudo en la garganta y un calor repentino en los ojos. Se separó de su abrazo, no por rechazo, sino porque necesitaba un poco de aire para respirar. Bajó la cabeza, se giró y caminó hacia la cocina. —¿Quieres... tomar algo? —preguntó en voz baja. —Lo de siempre —respondió Javier, siguiéndola con la mirada. Ella sacó los granos de café con destreza, los molió y preparó la infusión. Cada movimiento era familiar. Era el mismo café que le gustaba a David. Lástima que él jamás hubiera probado uno hecho por ella. En poco tiempo, una taza de café de goteo artesanal, rebosante de aroma, fue colocada frente a Javier. Él la tomó; la temperatura de la porcelana era perfecta. Bajó la cabeza y dio un sorbo ligero. Amargo y profundo, con un regusto sutilmente dulce. Era el mismo grano que ella usaba siempre, la misma técnica única de preparación... era el sabor que tenía grabado en lo más profundo de su memoria. —¿Por qué... has vuelto tan de repente? —Ella finalmente levantó la mirada y preguntó con cautela; su voz aún temblaba un poco. Javier dejó la taza sobre la mesa; el choque entre la porcelana y la madera produjo un sonido claro. Llevó la mirada hacia ella, y la comisura de sus labios se curvó en una sonrisa muy tenue, que contenía tanto burla como una determinación dominante. —¿Qué pasa? ¿Ya olvidaste nuestra apuesta después de solo tres años? ¿Apuesta? Su corazón dio un vuelco, y fragmentos de recuerdos enterrados deliberadamente comenzaron a emerger. —Por supuesto que he venido a buscarte. —Javier se inclinó ligeramente hacia adelante, clavando sus ojos ardientes en los de ella. Su poderosa presencia la envolvió al instante—. Esperé a que volvieras. "Volvieras..." Esa palabra retumbó en su mente como un rayo. —Y luego... —Pausó un momento; su voz grave y magnética golpeaba directamente su corazón con cada palabra—. Juntos volveremos a conquistar la cima del mundo. Ella quedó completamente atónita. Su corazón se contrajo con fuerza, como si alguien lo apretara con ambas manos; dolía y se hinchaba a la vez. Por instinto, quiso esbozar una sonrisa, decir algo ingenioso para ocultar el torbellino emocional que la invadía. Algo como: "¿Sigues siendo tan infantil?" O tal vez: "En la cima del mundo hace demasiado frío, me da miedo". Pero fracasó. Apenas se movieron las comisuras de sus labios, las lágrimas brotaron sin control antes que cualquier palabra. Lágrimas grandes, pesadas, que cayeron sobre el dorso de su mano. ¡Ardían! Javier había sido su compañero de estudios. Cuando ella cursaba el doctorado en el extranjero, sin familia ni apoyo, él fue quien la cuidó como un verdadero pariente, protegiéndola de todo. También fue su socio más afín. Juntos trabajaron día y noche en el laboratorio, y gracias a eso, ella dedujo aquella "ecuación" capaz de cambiar el mundo. Pero fue entonces cuando decidió... retirarse. Se casó con un hombre al que apenas había visto unas cuantas veces, aceptando humillantemente un compromiso matrimonial de tres años. Nadie lo comprendió. Todos pensaron que estaba loca. Incluido Javier. Él, furioso en aquel entonces, casi volcó la mesa. Pero al final, solo la miró profundamente, le dejó una apuesta a tres años, y se fue al extranjero, a abrirse camino. Y ella desapareció de la vista de todos. Durante esos tres años, su vida fue tranquila, pero también opresiva. Era como un pájaro con las alas rotas, atrapado en una jaula dorada. Ahora, la puerta de la jaula estaba abierta. Y aquel que había volado a su lado en otro tiempo, había regresado. Con una fuerza arrolladora que no admitía un "no", había venido a llevarla de nuevo al cielo. Solo ella sabía que había ciertas cosas que debían cumplirse. Él no se atrevió a secarle las lágrimas; temía no poder contenerse... Solo dijo en voz baja: —Las lágrimas de Lilia valen mucho. No las desperdicies. Cámbiate de ropa. Te llevaré a cenar. Estás más delgada. Bianca asintió y entró en el dormitorio principal. Quince minutos después, Javier y Bianca bajaron. Abajo los esperaba un convoy de autos de lujo. Javier abrió la puerta y compartieron el asiento. A él le encantaba el sutil aroma que ella desprendía; tenerla a su lado era como poseer el mundo entero. Media hora después, llegaron al Club Horizonte. La puerta del auto se abrió y una sonrisa los recibió. —Bianca. Cuando Bianca bajó del auto, sus antiguos compañeros la abrazaron. —Bienvenida de vuelta. Ella los miró, sorprendida y emocionada. Todos esas caras familiares eran compañeros de lucha de antaño. —¿Ustedes... han vuelto todos? —preguntó. Pedro se acercó y la tomó cariñosamente del brazo. —Bianca, te hemos echado muchísimo de menos. Por suerte, Javier nos reunió a todos para verte. Así podemos acompañarte y, de paso, preparar nuestro congreso médico global. Norma también se acercó y tomó su otro brazo con una sonrisa dulce. —Sí, contigo aquí, no tendremos que trabajar tanto. Javier es muy estricto con nosotros. —Bianca se ha vuelto cada vez más femenina. Ya no es aquella niña llorona de antes. Dijo Pedro, pellizcándole la mejilla. Una mirada fulminante de Javier bastó para que Pedro la soltara inmediatamente y sintiera un escalofrío. ¡Su mirada daba miedo! —Vamos adentro —ordenó Javier.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.