Capítulo 72
Alicia irrumpió como un torbellino, con un bate de béisbol firmemente sujeto entre las manos.
Sin decir una palabra, arremetió contra las costosas botellas de licor que decoraban la mesa.
¡Crash, crash!
El sonido del vidrio al romperse y el chapoteo del licor derramado resonaron por toda la sala.
—¡Alicia! —Ernesto reaccionó más rápido que nadie y se lanzó sobre ella, abrazándola con fuerza—: ¡Alicia, estás loca!
Intentó arrebatarle el bate.
—¿Qué estás haciendo? ¿Qué es todo esto? ¡Si tienes algo que decir, dilo en casa, no aquí!
Alicia forcejeó, con los ojos encendidos de rabia y las lágrimas asomando.
—¡Suéltame! ¡Ernesto, lárgate!
Levantó el brazo y asestó un golpe con el bate. ¡Pum! El impacto resonó contra el brazo de Ernesto.
Él soltó un quejido; el dolor lo hizo detenerse por un instante, pero no aflojó el agarre.
¿De verdad era necesario llegar a esto? Entre Alicia y Ernesto nunca había existido un vínculo tan profundo.
Ambos se habían acostumbrado a hacer su vida por separado

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