Capítulo 82
—¿Una deuda de gratitud? ¿Qué deuda? —Bianca finalmente habló, con la voz áspera. Alzó la cabeza y miró a Pablo, con los ojos llenos de confusión y curiosidad.
—Es porque... —Pablo estaba a punto de hablar, cuando de pronto se escuchó un golpe en la puerta. Se apresuró a guardar la tableta y se puso de pie con seriedad a un lado.
La puerta de la habitación volvió a abrirse. David entró, se acercó a la cama y no dijo una sola palabra.
Se inclinó, extendió los brazos y levantó a Bianca, envolviéndola junto con la manta.
Bianca, tomada por sorpresa, sintió cómo su cuerpo se alzaba en el aire y su corazón dio un salto repentino.
—¡¿Qué estás haciendo?!
Giró el rostro y se encontró con la expresión fría y severa de David.
—¡Suéltame!
Comenzó a forcejear, y la herida de su brazo se tensó, provocándole un dolor punzante. Aspiró con fuerza, conteniendo un gemido.
Pero David, procurando no lastimar su herida, la sostuvo con firmeza, sin darle oportunidad de escapar. —No te muevas. Si tiras del

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