Capítulo 32
No podía negar que me sentía como una princesa mientras pasaba por el camino de la entrada y me dirigía hacia las puertas. Desde el rabillo del ojo, pude ver cómo sacaban las cajas que había empacado del camión de mudanzas y las llevaban al interior de la casa.
Una mujer mayor me agitó la mano como saludo y abrió sus brazos. No tenía ni idea de quién era, pero parecía amigable, así que le sonreí y le devolví el abrazo.
—Tú debes ser Paz. Yo soy Manuela y es genial poder conocerte al fin —me dijo con una sonrisa y miró hacia mi vientre. —Ven, vamos dentro para que puedas acomodar tus cosas.
En el momento en que entramos a la casa y me detuve en el vestíbulo, el cual era más grande que mi anterior departamento, me quedé boquiabierta. De cierto modo, vivir en un lugar pequeño solía ser un poco más acogedor. Por alguna razón, vivir en un lugar tan grande me hacía sentir vigilada. —Disculpe, ¿quién es usted? —le pregunté a la mujer, intentando sonar lo más amable posible.
Por fortuna, ella

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