Capítulo 15
En su afán por recuperar a Rosa, Carlos pasaba los días en la empresa, enfrentándose a obstáculo tras obstáculo.
Su ausencia en casa le dio a Patricia la oportunidad que necesitaba.
Ella, que desde el principio solo había fingido ser buena, ya no se molestaba en mantener la fachada.
Cada vez que Diego lloraba o la contrariaba, lo sujetaba con brusquedad del brazo, hundiéndole las uñas en la piel.
—¿Qué lloras?
Le gritaba con voz baja, el gesto torcido en una mueca cruel.
—¿De verdad crees que tu mamá va a volver a salvarte? ¡Ya no te quiere!
El niño apretaba los labios, aguantando las lágrimas.
Patricia soltaba una risa fría y le retorcía la oreja con fuerza, lo justo para que no dejara moretón, pero sí para hacerlo temblar de dolor.
—Tráeme mis sandalias.
Al verlo tropezar con el paso inseguro, disfrutaba de su humillación.
Cuando Diego regresaba con las sandalias, ella tiraba a propósito un vaso de agua.
—¡Torpe! ¡Límpialo ahora mismo!
El niño se arrodillaba y, con la manga del unifo

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