Capítulo 29
Al terminar de hablar, se puso de pie. No volvió a mirarlo ni una sola vez. Se dio la vuelta y caminó a paso largo hacia la puerta de la habitación.
—Viviana... —Gustavo, con su última pizca de fuerza, pronunció su nombre con un murmullo débil, impregnado de una desesperación atroz quebrada por el llanto.
Viviana se detuvo por unos segundos junto a la puerta, pero no se giró.
Extendió la mano y abrió la puerta de la habitación.
Afuera, Leopoldo la esperaba de pie, mirándola con una ternura firme y decidida.
Viviana se acercó a él, y Leopoldo, de manera natural, tomó su mano y la apretó con fuerza.
Ambos se marcharon juntos, hombro con hombro, sin voltear la vista atrás, hasta desaparecer al fondo del pasillo.
Gustavo permanecía tumbado en la cama, mirando esa puerta vacía, contemplando la silueta decidida de su partida. Finalmente, las lágrimas brotaron sin contención, deslizándose sin parar por las comisuras de sus ojos hasta empapar la almohada.
Sabía que esta vez, de verdad... la ha

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