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Capítulo 1

En el cuarto año de su matrimonio con Baltazar Paredes, Magdalena Campos quedó embarazada. Cuando llevó sus documentos al hospital para crear un expediente y hacerse un chequeo, durante la verificación de la información, una enfermera le informó que el certificado de matrimonio era falso. Magdalena quedó perpleja. —¿Falso? ¿Cómo es posible? La enfermera señaló el sello. —El sello aquí está mal colocado, y el código también es incorrecto. Inconforme, Magdalena fue a verificarlo al Registro Civil y obtuvo la misma respuesta. —El señor Baltazar ya está casado, y el nombre de la cónyuge es Ximena... ¿Ximena? ¡Magdalena sintió como si le hubieran lanzado un balde de agua fría y su mente quedó en blanco! Ximena era su hermana mayor por parte de padre, y también la primera novia de Baltazar. Años atrás, Ximena había huido el día de la boda para perseguir su sueño de estudiar en el extranjero, abandonando cruelmente a Baltazar. Pero ahora, ¡ella resultaba ser la esposa legal de Baltazar! ... Magdalena salió del Registro Civil como un cadáver andante, con la mirada perdida y pasos vacilantes. No fue hasta que subió al taxi que tenía delante que las lágrimas, contenidas todo el camino, comenzaron a rodar silenciosamente por sus mejillas. Cuatro años atrás, para salvaguardar el honor de ambas familias, Magdalena se casó con Baltazar en lugar de la fugitiva Ximena. Al principio, él la trataba con frialdad. Sin embargo, ella nunca se quejaba y cuidaba de cada detalle de la vida cotidiana de él. Poco a poco, Baltazar fue bajando la guardia ante su compañía constante día tras día. Él empezó a permitirle alterar su agenda. Soportaba pacientemente escuchar sus chistes malos hasta el final. Incluso los documentos confidenciales de su trabajo, se los confiaba para que los organizara. Después, Baltazar fue tratándola cada vez mejor. Le regaló una tarjeta bancaria sin límite de crédito y la llevó a recorrer todos los restaurantes con estrellas Michelin. Si ella anhelaba un refrigerio del norte de la ciudad a medianoche, Baltazar conducía a través de media ciudad para comprárselo, y le pellizcaba la cara con resignación, diciendo: —Nunca he visto una gatita tan glotona como tú. Magdalena pensó que por fin había logrado calentar el corazón de Baltazar. Hasta que, hace dos meses, Ximena, diagnosticada con cáncer, regresó repentinamente al país. Esa noche, su padre, Gustavo, convocó una reunión familiar. Muy serio, notificó a Magdalena: —Ximena está en fase terminal de cáncer, le quedan como máximo seis meses de vida, su mayor arrepentimiento es no haber podido casarse con Baltazar, así que debes retirarte temporalmente; cuando la boda termine y Ximena fallezca, Baltazar volverá a ser tuyo. Raquel, la madre de Magdalena, le suplicó con lágrimas en los ojos. —¡Ximena es tu hermana mayor, haz este sacrificio por esta vez! Incluso Ximena lloró con desesperación. —Es el único deseo antes de morir, te lo ruego, ayúdame a cumplirlo. Magdalena no podía creer lo que estaba escuchando. Sus ojos se enrojecieron y les reclamó con voz temblorosa: —Al principio, fueron ustedes quienes me empujaron como una marioneta a casarme en su lugar, y ahora quieren que Baltazar se case con ella. ¿Qué piensan que soy para ustedes? ¡Me niego rotundamente! Gustavo hizo oídos sordos a su acusación y la encerró, diciendo que solo la dejaría salir cuando aceptara. Al tercer día, oyó que Baltazar, furioso, había arrojado una copa delante de Gustavo. Al décimo tercer día, en su teléfono apareció una noticia donde Baltazar proclamaba públicamente: —La señora Paredes solo puede ser Magdalena. Al vigésimo octavo día, Baltazar congeló toda cooperación comercial con el Grupo Empresarial Lúmina, ¡exigiendo que le devolvieran a su esposa! No fue hasta un mes después que la puerta de la habitación donde la retenían finalmente se abrió. Pensando en todo lo que Baltazar había hecho por ella en ese tiempo, a Magdalena se le humedecieron los ojos, y sin preocuparse por ponerse los zapatos, corrió tambaleándose y se lanzó a sus brazos. Pero al segundo, oyó su voz ronca decir: —Magda, lo siento. —Tus padres están decididos, incluso se arrodillaron para suplicarme. Por los años de amistad entre ambas familias, tengo que acompañar a Ximena en esta farsa. —Pero no te preocupes, solo es un matrimonio falso con ella. Mi esposa siempre serás tú y solo tú. En ese instante, Magdalena sintió que su corazón se hundía hasta el fondo, y hasta respirar le dolía. Quedó atónita unos segundos, luego acarició con ternura la delgada mejilla de Baltazar y contuvo las lágrimas. —Ya has hecho suficiente. Más tarde, lo vio ponerle el anillo de diamantes a Ximena ante la mirada de todos y darle una boda grandiosa. Después, él la siguió tratando igual de bien que antes. Solo que pasaba cada vez más tiempo con Ximena, desde visitarla ocasionalmente hasta no regresar a casa durante varios días seguidos. Cuando Magdalena se enojaba con él, él le explicaba pacientemente: —No la amo, solo quiero acompañarla como amigo en sus últimos momentos. Y ella le creyó. No imaginó que la verdad la golpearía como una cachetada. ... Cuando el auto se detuvo frente al edificio del Grupo Armonía Global, Magdalena ya había recuperado la compostura. Sujetaba fuertemente en la mano el certificado de matrimonio falso. Apenas llegó al último piso, se encontró con Jacobo, el secretario de Baltazar. Jacobo, al verla, mostró una expresión incómoda. —Señora Magdalena, ¿qué la trae por aquí? —Vengo a buscar a Baltazar. —El jefe está en una reunión en este momento, no tiene tiempo... Magdalena ignoró la obstrucción de Jacobo y caminó rápidamente hasta la puerta de la oficina. Justo cuando iba a empujar la puerta, escuchó la voz de Ximena desde adentro. —Baltazar, mírame a los ojos y respóndeme — Ximena tiraba de la corbata de Baltazar con la mano izquierda y presionaba su pecho con la derecha—. Aquí, ¿realmente nunca me has olvidado? Baltazar pasó saliva, y el calor en la punta de los dedos de Ximena lo hizo contener la respiración, pero su voz fue fría: —Te lo imaginas. —¿Me lo imagino? —Ximena rio suavemente—. ¿Acaso no te casaste con Magdalena solo para esperarme? Ahora que acabo de regresar al país, enseguida tramitaste el matrimonio conmigo. —Y también lo que escribiste en tu diario. —Dijiste que aceptaste que Magdalena se casara en mi lugar solo para obligarme a arrepentirme... hmm. Antes de que Ximena pudiera terminar, Baltazar la tomó bruscamente por la nuca. Todas sus palabras no dichas se ahogaron en un beso casi salvaje. Su mirada ardía y cada palabra parecía salir de entre los dientes: —Sí, nunca te he olvidado, así que, Ximena, ¿cómo piensas pagarme lo que me debes? Magdalena, de pie frente a la puerta, sentía como si todo su cuerpo estuviera sumergido en agua helada, tan entumecida que casi no podía sentir nada. Recordó que hacía pocos días Baltazar la abrazaba, besaba su cabello y le susurraba: —Magdalena, Ximena ya es cosa del pasado, ahora solo tú mereces mi verdadero amor. Qué irónico. Resultó que ese supuesto amor verdadero no era más que una mentira que él mismo no creía. Su matrimonio había sido falso desde el principio. Magdalena cerró lentamente los ojos, luchando por no dejar caer las lágrimas. Si esta era la elección de Baltazar, ella lo dejaría ir. Dejaría que él estuviera con la persona que realmente amaba.
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