Capítulo 10
Gabriel no durmió en toda la noche. Intentó reparar el anillo una y otra vez, pero no logró devolverle su forma original.
Cuando la montura se partió en dos, cayó al suelo. De su ojo enrojecido resbaló una gota de sangre.
—¿Por qué no puede volver a ser como antes? —Murmuró, con el rostro entre las manos. No hablaba del anillo, sino de su matrimonio con Sofía.
Desde la entrada se oyó un ruido.
Gabriel se levantó de un salto, la voz llena de esperanza: —¿Sofía? ¿Volviste? ¿Ya me perdonaste?
Pero al ver quién era, la ilusión se desvaneció, dejando en su lugar un vacío helado.
Ricardo se quedó inmóvil un segundo, luego reaccionó enseguida y le entregó con respeto un traje negro de luto.
—Presidente Gabriel, todo está listo. Los familiares esperan que usted encabece la ceremonia.
Gabriel respondió con un leve murmullo, se lavó la cara sin decir palabra, se vistió con el traje y partió rumbo al cementerio.
Media hora después, el carro se detuvo frente al camposanto.
Apenas bajó del vehículo

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