Capítulo 7
El primer documento era el informe médico que confirmaba que, tras la vasectomía, Gabriel había quedado estéril debido a una falla en la cirugía.
El segundo era el acuerdo de divorcio que Gabriel había firmado sin leer, solo para poder encontrarse con Elisa.
El tercero, fotos de Elisa en la cama con otro hombre, por las que pagó millones para silenciarlos.
Sofía había pensado irse con dignidad y dejar que esos secretos quedaran enterrados para siempre.
Pero Gabriel había sido demasiado cruel y parcial. Ya no le importaban los sentimientos del pasado.
A la mañana siguiente, Sofía entregó los tres documentos al mensajero y le dio una cantidad de dinero.
—Debes entregar esto a Gabriel exactamente a medianoche y asegurarte de que firme la recepción en persona.
El mensajero aceptó de inmediato, tomando el dinero con avidez.
Al mismo tiempo, Sofía recibió un mensaje de la compañía aérea:
[Estimada señorita Sofía, su vuelo con destino a Monte Celeste ha sido emitido con éxito. La salida está programada para las 14:20. Preséntese con dos horas de anticipación para evitar retrasos.]
Apagó la pantalla y sus labios se curvaron en una sonrisa enigmática.
Cuando comprobó que no había nadie, murmuró: —Gabriel, espero que te guste mi regalo. Yo me convertiré en alguien que nunca podrás alcanzar.
Se estaba despidiendo de Gabriel, pero también de la mujer que había sido.
…
En otro lugar, Gabriel ayudaba a Elisa con los preparativos de la fiesta de cumpleaños.
—¿Y si en la presentación ponemos nuestras fotos juntos? —Preguntó Elisa, apoyando la cabeza en su hombro.
Gabriel estaba por responder, pero dos rostros idénticos se cruzaron en su mente: a veces veía a Elisa, y al instante, el rostro se transformaba en el de Sofía.
Sintió un vacío en el pecho, una grieta imposible de cerrar.
Inquieto, negó con la cabeza: —Hazlo como quieras, saldré a tomar aire.
Luego salió al balcón, encendió un cigarro y, al ver el nombre de Sofía en su teléfono, se quedó inmóvil.
Recordó que antes, por muy ocupado que estuviera, le contaba todo. Durante el noviazgo hablaban las veinticuatro horas.
No sabía en qué momento había desaparecido la cercanía y había quedado solo la distancia.
Encendió un cigarrillo, exhaló el humo y tecleó un mensaje:
[Sofía, hoy es mi cumpleaños. No te enojes por lo de antes y ven. No olvides que tú y yo siempre bailamos el primer vals.]
El primer baile de la fiesta era su tradición, un pacto entre ambos que jamás habían roto, ni siquiera cuando peleaban.
Gabriel imaginaba que Sofía aparecería con un vestido deslumbrante y los ojos llenos de lágrimas.
Llegó la noche y la fiesta comenzó. El salón brillaba entre luces, copas y música.
Incluso Mauricio Téllez, que casi nunca asistía, apareció y preguntó: —¿Dónde está Sofía? ¿Por qué no vino al cumpleaños de Gabriel?
Las miradas se cruzaron y el silencio cayó sobre todos.
Todos sabían que, además de Gabriel, la persona más importante para Mauricio era Sofía.
Nadie se había atrevido a contarle lo sucedido.
Elisa lo sabía muy bien. Antes no habría osado enfrentarlo, pero ahora era distinto. Tenía un as bajo la manga.
Sonrió, se acercó con el niño dormido en brazos y dijo: —Abuelo, mi hermana tuvo un imprevisto y no pudo venir. Pero mire, este es el hijo que tuve con Gabriel, su bisnieto.
Mientras hablaba, ya se imaginaba la recompensa.
Sabía que Mauricio había prometido darle una fortuna a Sofía por cada hijo que tuviera.
Ahora, todas esas recompensas serían suyas. Ella era la madre del niño.
Estaba satisfecha consigo misma y no notó cómo el rostro de Mauricio se ensombrecía.
—¡Esto es una locura! Eres la hermana de Sofía, ¿cómo pudiste estar con Gabriel? —Exclamó Mauricio, llevándose la mano al pecho.
Golpeó con fuerza el bastón contra el suelo: —Tráiganme a Sofía ahora mismo. ¿Por qué no la invitaron? ¿Qué le hicieron?
Quiso aprovechar el poco aliento que le quedaba para darles una lección, pero nunca imaginó enterarse de que tenía un bisnieto.
Era el único que no sabía la verdad.
Gabriel guardó silencio. Estaba por decir algo cuando las puertas del salón se abrieron de golpe.
Un mensajero entró con un paquete en la mano: —La señorita Sofía me pidió que le entregara esto personalmente. Dijo que era su regalo de cumpleaños.
Gabriel lo recibió, sin entender. Apenas abrió la carpeta, un montón de fotos cayó al suelo.
Antes de que los presentes pudieran reaccionar, Elisa soltó un grito desesperado: —¡No miren! ¡Cierren los ojos!