Capítulo 11
—¡Acepto!
Apenas Sara pronunció estas palabras, los fuegos artificiales estallaron en el cielo.
Bajo una lluvia de serpentinas y los aplausos de la multitud, Nicolás colocó el anillo de compromiso, con un diamante de diez quilates, en el dedo de Sara y, emocionado, se incorporó para besarla con pasión.
—¡Felicidades, mil felicidades al jefe Nicolás por conquistar a la bella!
—¡Que sean muy felices!
—¡Enhorabuena! ¡Felicidades!
...
Ese beso se prolongó durante tanto tiempo que a Sara casi le faltaba el aire, y solo entonces Nicolás la soltó. Con la yema de los dedos le limpió los labios a la Sara que tenía entre sus brazos, y su voz ronca temblaba ligeramente.
—Sara, me alegra tanto que hayas aceptado casarte conmigo.
Sara, también con los ojos enrojecidos por las lágrimas, se arrojó emocionada a sus brazos y lo abrazó con fuerza por la cintura, hablando entre sollozos.
—Yo también.
Le agradecía a Dios por haberle permitido encontrar a una persona que la amara tanto.
Sara había crecido

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