Capítulo 14
A altas horas de la noche, en un reservado del club, Alejandro y Carlos no dejaban de vaciar botellas de licor. Delante de ellos se acumulaba ya una montaña de vidrio vacío.
Aquellos amigos que en otro tiempo se habían sentado con ellos para trazar planes y conspirar, ahora los rodeaban en silencio. La algarabía de antaño se había transformado en un mutismo sepulcral.
—¡Alejandro, deja de beber!
Francisco López le arrebató la copa de la mano a Alejandro y luego intentó quitarle la de Carlos.
—Las cosas ya están así, por más que beban no servirá de nada.
—Eso es. —Secundaron los demás—. ¿Por qué beben en realidad? ¿Por la herencia de la familia Fernández, por Ana o por María? Decídanlo, y nosotros los ayudamos a analizarlo.
Al escuchar el nombre de María, los embriagados Alejandro y Carlos reaccionaron al fin.
—María...
Alejandro recuperó la copa. El licor temblaba en el vaso cuando lo levantó y se lo bebió de un trago.
Antes de que Ana regresara, en el corazón de Alejandro solo existía

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