Capítulo 22
Tras la partida de Alejandro, Carlos salió de entre las sombras detrás de la tienda y se acercó a María.
—María, lo siento.
Ella alzó la mirada hacia él. —Ya lo sé, por favor, vete.
—¡No, no lo sabes!
En los ojos de Carlos brillaba un resplandor húmedo. —¡María, no lo sabes! Siempre me has gustado, desde la primera vez que te vi me sentí atraído por ti.
—Pero en ese momento tú ya eras la novia de Alejandro, y yo...
El semblante de María se ensombreció y lo increpó: —¿Así que fingiste ser Alejandro para acostarte conmigo, para burlarte de mí, para herirme, es eso?
—¿Eso es lo que llamas amar a alguien?
—No, yo... —Carlos no encontró palabras; apretó los labios, sin saber cómo defenderse.
No tenía forma de justificarse.
—Yo solo... —Su voz sonó ronca, apenas audible—. Siempre he estado reprimiendo mis verdaderos sentimientos, siempre me he estado engañando a mí mismo...
—Cada vez que estaba contigo, pensaba: ¿quién cree que soy? Yo...
Carlos se atragantó.
María, en cambio, soltó una risa

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