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Capítulo 2

Esther no esperaba que Laura aceptara tan rápidamente: —Podría llevar mucho tiempo, ¿estás segura de que lo has pensado bien? —Mientras pueda curarme la pierna, no importa cuánto tiempo tome. El alivio se reflejó en el rostro de Esther al escuchar esto, y se levantó para empezar a preparar el visado y otros trámites necesarios. Laura la detuvo rápidamente: —Mamá, por favor, no le digas a Víctor sobre mi viaje al extranjero. Justo en ese momento, la puerta del hospital se abrió y Víctor entró. —¿Hay algo que no puedas decirme? Esther, apresurada, se fue a ocupar de sus asuntos, mientras Laura bajaba la mirada, ocultando el enrojecimiento de sus ojos: —No es nada, solo son asuntos de mi abuela. Por suerte, Víctor no sospechó y mandó llamar a los médicos ortopédicos para que examinaran minuciosamente su pierna. Todos los doctores, al ver la herida, suspiraron al unísono. —No es una herida mortal, pero el tiempo óptimo para tratarla ha pasado, así que será difícil que se cure completamente. Al oír esto, Víctor abrazó a Laura, pareciendo incluso más afligido que ella. —Aunque no puedas volver a ponerte de pie, cuidaré de ti por el resto de mi vida. —No importa cómo cambies, siempre estaré a tu lado. Dame un poco más de tiempo y haré pública nuestra relación, y luego te llevaré a casarnos. Laura había escuchado estas palabras decenas de veces a lo largo de los años. Pero esta vez, al oír el latido del corazón en su pecho, no sintió ninguna emoción; solo le pareció irónico. Sin fuerzas para seguir con el acto, dijo que estaba cansada y cerró los ojos para descansar. Víctor, sin pensar demasiado, ajustó la manta, le sirvió un vaso de agua caliente y mostró una gran preocupación. La enfermera que llegó para hacer la ronda los vio y no pudo evitar expresar su admiración. —Un chico que es alto, guapo y sabe cuidar de su novia, es realmente raro. Laura escuchaba en silencio, y las lágrimas volvieron a caer de sus ojos. Un novio que causa un accidente que rompe las piernas de su novia también es muy raro. Laura estuvo en el hospital cinco días, y Víctor no se separó de su lado. Desde los exámenes y cambios de vendajes hasta las comidas diarias, él se encargaba de todo. Sin embargo, el día del alta, desapareció inesperadamente. Esther, conduciendo de regreso a casa con Laura, explicó la razón. —Eduardo Gómez dijo que tenía amigos visitando en casa hoy, y Víctor se fue temprano para atender a los invitados. No te sientas mal porque no vino a recogerte, después de todo, no es tu hermano de sangre. Ya es bastante que nos haya aceptado todos estos años. Al oír las palabras de su madre, los ojos de Laura se enrojecieron nuevamente. ¿Aceptación? No, él nunca aceptó. Por eso Víctor la había usado para vengarse, jugando con sus sentimientos y destruyendo sus piernas. Durante seis años, había sido engañada completamente, sin darse cuenta de nada. Aunque estaba devastada, temiendo que Esther notara algo, rápidamente secó las lágrimas de sus ojos. Cuando el coche se detuvo frente a casa y Esther ayudaba a Laura a sentarse en una silla de ruedas, comenzó a hablar sobre el progreso del tratamiento en el extranjero. —Ya comencé los trámites para ir al extranjero, el visado debería estar listo en unos diez días. Seguro que te recuperarás. Al oír estas noticias, el rostro de Laura permaneció inexpresivo, como si fuera un muñeco sin alma, hasta que entraron y vio a la mujer sentada junto a Víctor. Eduardo, al verlos llegar, se levantó rápidamente para presentar: —Ya volvieron, esta es Sonia Pérez, la hija de un amigo que creció con Víctor y ahora trabaja en Monteluz. Vino especialmente a visitarnos. Al ver a Sonia por primera vez, Laura supo quién era. Después de todo, la foto de ella con Víctor había estado durante años sobre su estantería. Laura la había visto incontables veces, y también había preguntado incontables veces, pero siempre recibía la misma respuesta: —Ella es una amiga de la infancia. Pero ahora que la veía en persona, Laura sabía que Víctor había mentido. Sus ojos casi se pegaban a Sonia. Laura no pudo soportar esa escena y, empujando su silla de ruedas, intentó retirarse a su habitación, pero Sonia la detuvo. —He escuchado que sufriste un accidente recientemente, ¿fue grave? ¿Por qué estás en una silla de ruedas? El ambiente en la sala se tensó por un momento. Víctor se alarmó y escuchó a Laura responder con los ojos rojos: —Tuve un accidente de coche, ambas piernas están discapacitadas, no puedo ponerme de pie. Sonia mostró una expresión de lástima: —No te preocupes, seguramente te recuperarás. Yo también me fracturé bailando cuando era niña, y Víctor me llevó al hospital a tiempo para salvarme. Estaba tan preocupado de que nunca pudiera volver a bailar, Eduardo, ¿recuerdas eso? Eduardo, también temiendo herir los sentimientos de Laura, rápidamente agregó: —Sí, ustedes dos siempre estuvieron muy unidos de niños. Tu padre y yo incluso bromeamos sobre comprometerlos. Lástima que luego nos mudamos de regreso a Monteluz, y eso nunca sucedió. Víctor interrumpió de repente: —Papá, vamos a cenar.

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