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Capítulo 2 Es el Facebook de Diego

A medianoche, Rosa despertó. El hombre a su lado todavía dormía; sus brazos fuertes la rodeaban por completo, y su respiración pausada caía sobre su cuello, provocándole cosquillas. Mientras la resaca desaparecía, la razón volvió a ella. ¿Qué he hecho? ... ¡Dormí con el jefe Diego! Rosa sintió que se quedaba sin respiración. Rápidamente, se retiró de aquel abrazo con cuidado. Se levantó de la cama con prisa, se vistió, recogió sus cosas y salió del cuarto 1501 como si huyera de su propia vida. Acto seguido, corrió hasta la recepción del hotel para abrir otra habitación. Cuando fue a pagar con su celular, se dio cuenta con horror: ¿cómo había terminado con el nombre de Sara? ¡Ese era claramente el Facebook de Diego! Hace algunos años, en una reunión de excompañeros de secundaria, Manuel había creado un grupo de Facebook y todos se habían agregado como amigos. Rosa recordaba perfectamente que Diego había sido quien la agregó primero, pero después de aceptar la solicitud él no había dicho ni una palabra; ella solo le había cambiado el nombre en sus contactos. ¡Y ahora todo esto había pasado! Se sentó en la nueva habitación y trató de calmarse. Luego sacó su celular, abandonó el grupo de excompañeros de secundaria, cambió su nombre en Facebook de Rosa a LunaAzul y cambió su foto de perfil por la de otra chica de Internet. ¡Así, él no sabría quién era! Borrar Facebook habría sido demasiado evidente; de todos modos, la habitación 1501 la había reservado la empresa, no había forma de rastrear nada. Después de toda esa operación, finalmente se arropó y se quedó dormida. A la mañana siguiente, el despertador sonó muy temprano. Rosa tenía que acompañar a Miguel al Grupo Horizonte Ibérico para tratar el tema de aportar fondos adicionales. El valor neto del proyecto de bonos intercambiables había caído por debajo del límite de pérdida. La contraparte exigía un aporte adicional, de lo contrario venderían activos financieros. La situación era urgente, y por eso, su departamento de inversiones tuvo la suerte de contar con la presencia del jefe Diego, al viajar juntos en avión privado hasta Monte Azul por motivos de trabajo. Después de arreglarse, Rosa tomó los documentos y se apresuró al vestíbulo del hotel para reunirse con el grupo. Poco tiempo después, Sara bajó también, murmurando con disgusto: —Miguel estaba completamente seguro de que nuestro Grupo Aurelio no era quien haría el aporte adicional, ¡pero cuando fui a la fiduciaria a revisar el contrato, la copia mostraba claramente su nombre! —Tranquila, Miguel está por llegar, no dejes que te escuche. —Rosa tiró de Sara hacia un lado. No pudo decir más cuando, con el rabillo del ojo, vio saliendo del ascensor a un hombre de gran estatura rodeado de asistentes. Era Diego. Ya no llevaba la bata de la noche anterior; vestía un traje negro impecable, sus cejas pobladas ligeramente fruncidas y sus labios delgados apretados. Mientras escuchaba a la secretaria que le hacía un informe, sin dedicarles una sola mirada. La frialdad de Diego era legendaria en el mundo de los negocios. Su rostro profundo y atractivo siempre parecía tenso, aristocrático y altivo, parco en palabras. Su sola presencia hacía que la temperatura del aire descendiera de golpe. Rosa trató de recordar y no podía sobreponer esa imagen con la del Diego de anoche, aquel que le había dado un beso tan tierno mientras ella lloraba. Al parecer, todo había sido una ilusión. —¡Diego es guapísimo! Si pudiera dormir con él una noche, ¡valdría la pena morir de inmediato! —Sara no se dio cuenta de la rigidez de Rosa y seguía hablando sola—. Oye, si ambos nos apellidamos Ruiz, ¿cómo puede haber tanta diferencia en la cara? Rosa, ¿en qué estás pensando? Sara le tocó el brazo y Rosa reaccionó, dio un paso atrás, tratando de evitar a Diego. Pero justo cuando él y la secretaria de los accionistas estaban cerca de la puerta, se detuvo, quedando a poca distancia de ellas. Diego bajó la mirada ligeramente y susurró a la secretaria: —Revisa quién se alojó anoche en la habitación 1501. Al escuchar esos números, Rosa sintió como si sus piernas estuvieran fijas en el suelo, completamente inmóvil. Su mente se quedó en blanco, solo podía escuchar a Sara, emocionada e impaciente, interrumpiendo. —¿Habitación 1501? ¡Jefe Diego, anoche fue Rosa quien se quedó en la habitación 1501!

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