Capítulo 80 El pecado de ser emocional
Rosa sentía su cabeza desordenada, como si se hubiera convertido en un charco turbio.
Salió del hospital en un estado de confusión, y sus piernas, hinchadas por haber estado de pie toda la noche, dolían mucho.
Le era imposible caminar, así que, al ver un pequeño restaurante de desayunos abierto cerca, decidió entrar y pedir algo al azar, sentándose para descansar un poco.
La dueña del local, con un plato de huevos fritos y leche en la mano, se acercó a ella y, al verla en ese estado, se sorprendió mucho.
—¡Dios mío, señorita, ¿qué te ha pasado en la cara?! ¡Está sangrando! ¡Rápido, límpiate!
Exclamó, y rápidamente corrió a buscar medicamentos y yodo para Rosa.
Al escuchar esto, Rosa sacó su teléfono y, con la cámara frontal, echó un vistazo a la herida en su mejilla.
Y efectivamente... estaba bastante desastrosa.
La piel cerca de su ojo había sido rasgada por las uñas y debido a que había hecho mala cara, la herida se había vuelto a abrir, haciendo que la sangre comenzara a brotar otra

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