Capítulo 5
Cuando Micah se casó con Darya tres años atrás, ella no tenía dinero ni trabajo, además él no estaba seguro de que hubiera terminado la universidad; de hecho, ni siquiera supo si había asistido a alguna.
Y si lo analizaba, tampoco tenía idea de dónde había estado viviendo antes de llevarla a su residencia. De modo que, ella se convirtió en ama de casa de tiempo completo, pues él pensó que su mujer carecía de cualquier tipo de habilidades.
Ella no pidió nada al divorciarse, además de que salió de su casa con lo que llevaba puesto.
Micah repasó los diferentes escenarios en su mente, preguntándose si ella podría valerse por sí misma o de qué viviría.
De repente, volteó hacia Elliott. "Ponte en contacto con el director del hospital. Quiero una copia de los videos de las cámaras de vigilancia de la última hora. Que te entregue el material de las que cubren este piso, así como del estacionamiento. También envía a dos hombres a mi casa para ver si Darya está allí".
"¡De inmediato, jefe!".
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Darya empezó a moverse con intranquilidad al ver que el Rolls Royce entraba en el camino circular frente a la enorme mansión de cinco pisos en lo alto de una colina.
Los grandes y frondosos árboles que se alzaban a lo largo del camino, algunos de los cuales tenían más de cien años, permanecían silenciosos como centinelas, custodiando la entrada principal para darle la bienvenida a su hogar.
Al llegar a la entrada, Avery bajó del auto para abrirle la puerta.
Echándole un vistazo al hermoso jardín, Darya se bajó y caminó entre el verde césped y los arbustos en flor a ambos lados de la vereda. Luego subió corriendo los escalones de piedra, hasta que se detuvo en el umbral.
"¡Adelante!", dijo su hermano dándole una suave palmadita en el hombro para animarla.
Ella así lo hizo y cruzó la puerta hacia el espacioso vestíbulo, decorado con un excelente gusto en diferentes tonos de beige, que combinaban a la perfección con las suaves pinceladas de azul de las paredes.
Las altas ventanas arqueadas dejaban entrar la luz natural que le proporcionaba al amplio espacio una encantadora luminosidad.
Matthias McAllister dejó a un lado el periódico que había estado fingiendo leer, se puso de pie lentamente para mirar a su única hija y forzó una mirada de leve desaprobación.
"Entonces, ¿finalmente has decidido ponerle fin a tu rebelión y volver a casa?".
Darya se lanzó hacia los brazos de su padre y rompió a llorar, mientras él suspiraba acariciándole la espalda, de la misma manera en que lo había hecho Avery.
"Ni siquiera me dejaste terminar mi discurso, lo tenía muy bien preparado".
Darya sonrió, mirándolo a través de su visión borrosa. "Anda, todavía puedes darme el sermón. Soy toda oídos".
Matthias se apartó para observar el rostro de su hija y negó con la cabeza. "Parece que has sufrido todo lo que podías resistir", dijo con los ojos brillando de ira, la cual obviamente no estaba dirigida a ella.
Él estaba pensando en Micah.
Al igual que Avery, el hombre había usado sus propios recursos para monitorear discretamente y desde la distancia la situación de su hija.
Mientras más se enteraba del tipo de vida que ella llevaba en la casa de los Cavanaugh, más despreciaba al rufián a quien su hija le había entregado el corazón.
Si no se lo hubiera prometido a Darya, hacía años que le habría dado una lección a ese bastardo.
Sin embargo, ahora que la chica había regresado a casa, Matthias esperaría el tiempo apropiado para poner las cosas en marcha, solo tenía que asegurarse de que ella realmente hubiera superado a ese hombre.
En aproximadamente tres meses, todos los Cavanaugh estarían en la calle.
Además, serían afortunados si lograban conseguir un trabajo como lavaplatos.
"Lo siento, papi".
La abrumaba el sentimiento de culpa al pensar en lo que le había hecho pasar a su padre, al huir de casa durante tres años y cortar todo contacto con su familia.
"Supongo que aprendiste la lección".
"Sí lo hice, desafortunadamente".
"¿Terminaste con ese tal Cavanaugh?".
"¡Definitivamente!".
"Hay muchos peces en el mar, cariño", dijo el hombre, con tono afectuoso.
Daria sonrió. "Lo sé, papá".
Avery se sentó en el brazo del sofá. "He reservado una sala privada en Lutter & Wegner, para las ocho".
"Bien". En ese momento, Matthias pareció haberse dado cuenta de que su hijo mayor también estaba en la habitación. "¿No se supone que deberías estar en el trabajo?".
"Me tomé el día libre", respondió sonriendo. "Como jefe, tengo todo el derecho. No me perdería el regreso de Dolly a casa, ¡por nada del mundo!".
"Pero ahora que esa misión ha sido completada, ¿no crees que sería hora de ir a la oficina? La empresa no va a funcionar sola, tú lo sabes".
"Por cierto, Dolly accedió a trabajar en la empresa. Podríamos empezar a planearlo y ponernos de acuerdo durante la cena".
"¡Bueno, esa es una excelente sorpresa!".
Hacía tres años, antes de que ella se fuera, Matthias la había presionado para que aceptara un puesto gerencial en Paragon Group.
Ella tenía una excelente cabeza para las cifras, además de ser despiadada en la mesa de negociaciones, pero aún necesitaba perfeccionarse en el área de planificación estratégica.
Su padre deseaba prepararla para que ella, su hija menor, finalmente tomara el timón de la empresa.
Al escuchar a su hermano, Daria asintió. "Estoy lista para trabajar".
Había desperdiciado tres largos años en la tonta búsqueda de un romance poco realista y ahora que su corazón estaba roto, era hora de ponerse en acción.
"¡Esa es mi chica! Pero el trabajo puede esperar hasta mañana. Ven, déjame mostrarte tu antigua habitación". Matthias la tomó de la mano y la condujo hacia la escalera en espiral. "¡Billinger mantuvo todo exactamente igual!".
"¿Cómo está?". Darya sentía gran afecto por su mayordomo.
Era un hombre alto y desgarbado, pero con una mente que parecía forjada de acero; en realidad, él era más un miembro de la familia que un empleado.
"Está muy bien, se acabó la despensa y como sabe cuánto te gustan las uvas Ruby Roman fue a conseguírtelas".
Darya entró en su antiguo dormitorio, se arrojó sobre la enorme cama e inhaló el aroma de lavanda de las sábanas recién lavadas. Luego abrazó a Po, su panda gigante de la infancia, su peluche favorito.
El viejo Bill nunca perdía la oportunidad de complacerlos.
"Deberías tomar una siesta", aconsejó Matthias desde la puerta. Vendré a buscarte cuando sea la hora de ir a cenar.
"Está bien. Gracias, papi".
Él se quedó observándola hasta que ella cerró los ojos, luego cerró la puerta con suavidad.
Avery lo estaba esperando en la planta baja.
Matthias se sentó y cruzó los brazos sobre su pecho, antes de empezar a hablar. "Ahora cuéntame qué averiguaste sobre los Cavanaugh. No me interesa lo bueno, solo quiero las cosas sucias".
Avery tecleó su contraseña en la tableta para abrir sus archivos, y leyó un poco para refrescar su memoria. "Bueno, empezaré con una mujer llamada Regina Fischer".