Capítulo 11
La puerta del auto se cerró detrás de ella.
Sofía no tenía forma de irse; solo pudo sentarse con cautela en el extremo, manteniendo cierta distancia con Rubén.
Él cruzó las piernas, arqueó una ceja y preguntó: —¿Señor Rubén? Ese título suena un poco demasiado formal. Todavía recuerdo cuando me llamabas por mi nombre, como un pavo real orgulloso. ¿Qué pasa? ¿Ahora planeas fingir ser un pajarito asustado?
Sofía alzó la vista y recorrió su cara, que apenas mostraba expresión alguna, para luego bajar los ojos. —El señor Rubén bromea. En aquel entonces era demasiado joven, no sabía comportarme. Si llegué a ofenderlo, le ruego me disculpe.
La cara de Rubén se ensombreció levemente, aunque habló con aparente calma: —Sofi, lo que pasó antes no me importó en su momento, y ahora mucho menos. No necesitas ser tan precavida conmigo.
Sofía se sorprendió un instante y luego asintió con suavidad.
Al verla asentir con docilidad, la opresión en el pecho de Rubén no solo no se disipó, sino que se volvió

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