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Capítulo 21

Después de hablar, Elena no volvió a mirar a Tomás ni una sola vez, y tirando de Cristian, subió apresurada al auto. A través del retrovisor, Cristian pudo ver con claridad cómo Tomás se desplomaba en el suelo, completamente destrozado, y por un instante no pudo contener por más tiempo la sonrisa en el borde de sus labios. Pero como delante de Elena aún debía interpretar el papel de joven obediente y amable, no tuvo más remedio que girar la cabeza y reír a escondidas. Cuando terminó de reír y volvió a poner una expresión indiferente, se encontró con un par de ojos que lo miraban con cierta sospecha. —Si esto te parece gracioso, ríete sin parar—dijo ella—, ¿por qué tienes que esconderte? Maldición, parecía que lo habían descubierto. Al darse cuenta de ello, la sonrisa de Cristian se congeló por un momento, aunque pronto volvió a la normalidad. Abrazó el brazo de Elena con firmeza, como solía hacerlo antes, buscando suavizar el asunto con un poco de ternura. —Me reí porque dijiste que no

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