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Capítulo 6

Elena aún no había reaccionado cuando de repente una fuerza desde atrás la empujó con violencia. Cayó pesadamente sobre la mesa, su frente golpeó de lleno contra la esquina y la sangre empezó a brotar al instante. El dolor le hizo palidecer, respiró profundo entre dientes mientras miraba a Tomás, que acababa de irrumpir. Pero él no la miró. Solo tomó los dedos heridos de Teresa, los desinfectó con sumo cuidadoso y le colocó un esparadrapo, sin poder ocultar el dolor en sus ojos. Entonces, por fin Elena comprendió el papel que estaba interpretando Teresa. Se levantó temblando, se agachó a recoger la corona manchada de sangre y la sostuvo furiosa frente a Teresa. Tomás creyó que solo lo hacía para presumir, y una furia inexplicable brotó en su pecho. Estaba a punto de estallar, pero Elena no le dio la oportunidad de hablar, se adelantó con voz firme. —Si te gusta, pues entonces te la regalo. Tómala. Esta reacción inesperada dejó también a Teresa asombrada; incluso se le olvidó seguir fingiendo llanto. Tomás confundido tampoco entendía cuál era su verdadero propósito. —Es de parte de mis padres para ti. ¿Para ella? No, era para la nuera de la familia Jiménez. Y pronto ella dejaría de ser la nuera de la familia Jiménez. Elena dejó la corona con firmeza. —Tengo obsesión con la limpieza. Las cosas manchadas de sangre ya no las quiero. Que se la quede ella. Después de decir estas palabras, sin detenerse a ver sus reacciones, se dio la vuelta y salió de la oficina sin mirar atrás. Tomás hizo mala cara mientras observaba su figura que se alejaba con calma y despreocupación. Desde que se casaron, Elena había desarrollado dos pasatiempos. Uno era comprar casas, el otro acumular joyas, así que cada vez que se enfadaba, él le compraba alguna de esas dos cosas para contentarla. ¿Y ahora rechazaba una joya de colección tan valiosa sin importarle? El día del cumpleaños de Elena, Tomás seguía sin aparecer. En la fiesta, todos preguntaban por él, le preguntaban a Elena si estaría preparando una sorpresa. Después de todo, solía estar siempre a su lado, sin separarse ni un solo momento. Pero a Elena no le importaba dónde estaba. Solo quería celebrar su cumpleaños. Después de terminar ese día, cumpliría veintisiete años, y una nueva vida la esperaba. ¿Para qué malgastar más pensamientos en él? No respondió ninguna de esas preguntas. Tomó una botella de champán, la agitó y la abrió como si lanzara fuegos artificiales. —¡Feliz cumpleaños para mí! Su tono estaba inmerso en una libertad y un alivio indescriptibles, lo que hizo que todos los presentes se rieran y levantaran sus copas. —¡Feliz cumpleaños a la señora Jiménez más adorable, guapa y divertida! ¿Señora Jiménez? Elena sonrió.—Ya no lo soy. Tomás y yo ya... La palabra "divorciados" fue interrumpida por la puerta que se abrió de golpe. Los invitados en el salón se voltearon al escuchar el ruido, y vieron a Teresa entrar con un Tomás ebrio, a quien sostenía con algo de torpeza y, con el rostro lleno de desconcierto. Al verse observada por tantas personas, su cara se tiñó de rojo al instante y hasta empezó a tartamudear. —Disculpen la molestia, traje de vuelta al jefe Tomás. Hoy era el cumpleaños de Elena. ¿Por qué Tomás estaba afuera, completamente borracho? Esa pregunta surgió en la mente de todos los presentes. Pero Elena se mantuvo tranquila. Dejó la copa a un lado y se acercó a la puerta, dispuesta a ayudar a Tomás a entrar. Sin embargo, él no soltó la mano de Teresa. Al contrario, la abrazó con fuerza y, delante de todos, le dio un beso en la frente. Teresa se enrojeció de inmediato. Los presentes observaron la escena con algunas expresiones de asombro. Elena fingió no ver nada y apretó un poco más la mano con la que intentaba sujetarlo. Tomás, molesto, la apartó con violencia y hundió la cabeza en el cuello de Teresa, con un tono cargado de insinuación. —¿Por qué hueles tan bien, eh? Al escuchar estas palabras, la sala quedó en absoluto silencio. Teresa se sonrojó cada vez más, pero en sus ojos brillaba una evidente satisfacción, aunque en su rostro seguía fingiendo inocencia.—Señora Elena, el jefe Tomás está borracho y dice tonterías, no se lo tome a mal. Es que ha estado tan ocupado que... que olvidó su cumpleaños. Ese tono fingido e inocente le resultó desagradable a Elena. No se molestó en desmontar su falsa candidez. Retrocedió unos pasos y dejó libre el camino. —El dormitorio está en el segundo piso, al fondo a la izquierda. Puedes subirlo tú.

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