Capítulo 39
Dicho esto, Salvador desgarró su ropa sin piedad.
—¡Ah!— Adriana gritó aterrorizada.
La luz suave y brillante del salón iluminaba la escena.
Él la mordió deliberadamente en el cuello.
—Ugh...— Adriana lloró de dolor, y por un instante, tuvo la aterradora sensación de que él podría romperle la arteria y matarla.
Salvador le preguntaba una y otra vez quién era él, quién era su hombre.
Adriana estaba siendo atormentada cruelmente.
—¡Llámame!— Salvador seguía exigiendo.
Desesperada por una oportunidad de sobrevivir, Adriana cedió y lo llamó: —Presidente Salvador...
—¡No es eso!
—¡Salvador Silva!
—¡No!
—¡Salvador...!
—Parece que no has aprendido lo suficiente.
Y luego...
Ella, llorando, le preguntó qué quería que lo llamara, y él le dio una pista: —Hace dos años, esa noche, ¿cómo me llamaste?
Sus ojos se iluminaron al instante, comprendiendo.
—Savi...
Finalmente, pronunció correctamente su nombre.
Pero el resultado fue aún peor.
Salvador no sabía qué

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