Capítulo 79
El hombre realmente bajó la cabeza obedientemente.
Adriana agarró su brazo con fuerza, se inclinó abruptamente hacia él y rasgó su caro traje. A través de la delgada camisa, mordió su hombro con fuerza, con más fuerza... hasta que un sabor a hierro se esparció por sus labios. Solo entonces, agotada, aflojó la mordida.
Respirando con dificultad, observó cómo la mancha de sangre teñía la camisa blanca. Finalmente, la rabia que había estado reprimiendo durante una semana comenzó a disiparse un poco.
Salvador la miró, impasible: —¿Está satisfecha, señora?
Al ver la sonrisa en sus labios, Adriana sintió una inexplicable mezcla de enojo y vergüenza.
Le lanzó una mirada fulminante: —¿Estás loco?
¡Loco!
Anoche intentó matarla, y hoy, después de una noche de sueño, vuelve a comportarse como un perro suplicando reconciliación.
Reconciliarse está bien, pero ¿de qué te ríes?
¿Qué tiene de gracioso?
Ni las mujeres son tan cambiantes como él.
Después de regañarlo, Adriana sacó la ropa que había eleg

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