Capítulo 27
—Quiero hablar claro. Rocío, saca lo que encontraste. —Valeria respiró hondo; todos tienen momentos de juventud e impulsividad difíciles de controlar.
No hay que enojarse.
Rocío extendió su mano en silencio, mostrando dos pequeñas píldoras azules bastante visibles.
—Esto es lo que encontré bajo la cama del señor Federico mientras limpiaba. Ay... —Rocío suspiró con pesar: —Yo he vivido cosas.
Ella reconoció de inmediato de qué se trataba.
Al verlas, Federico se llenó de un frío intenso.
Gabriela tenía una mirada confundida y perpleja. Nunca había tenido contacto con ese tipo de pastillas.
—Federico, siempre has sido mi orgullo. —Valeria sacudió la cabeza, algo molesta: —Tu padre podría tener una excusa para usar estas cosas. Pero tú, tan joven... ¿Por qué la prisa?
—Cariño, déjame algo de dignidad. Cuando eduques al niño, no me involucres. —Ignacio rogó.
Un hombre de cuarenta y cincuenta años, ¿qué tiene de malo tomar una pequeña pastilla?
—Calla.
Valeria gritó.
Ignacio encogió la cabez

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