Capítulo 24 Pruébalo tú mismo
Los movimientos de Enrique llevaban, claramente, un dejo de enfado.
Mariana, al ser arrojada de esa forma, aún no alcanzaba a reaccionar cuando él ya había subido al auto con ella.
Al mismo tiempo, el panel divisorio del vehículo se elevó al frente.
Mariana, dándose cuenta de lo que pasaba, estuvo a punto de retroceder, pero la mano de Enrique la sujetó de golpe y la atrajo hacia sí.
El espacio amplio de la cabina, con ambos tan juntos, se volvió de pronto asfixiante.
Mariana, montada a horcajadas sobre Enrique, sentía el calor abrasador de su cuerpo traspasando la tela y recorriéndola de pies a cabeza.
—¿De qué huyes? —preguntó Enrique.
Solo entonces Mariana volvió en sí y respondió: —De nada.
—¿De nada? —Enrique sonrió—. Entonces es que tu conciencia no está tranquila.
Mariana levantó la mirada. —¿Por qué habría de sentirme culpable?
—¿Tú qué crees? —replicó Enrique con voz grave, apretando aún más su mano en la cintura de ella—. ¿Te alegraste mucho de ver a tu antiguo amor, no?
—Te

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