Capítulo 90 Desconocidos
El personal de la oficina de registro civil trabajaba con rapidez.
Mariana y Enrique completaron el trámite en un pasillo exclusivo.
Era evidente que Enrique había avisado con antelación: ni siquiera tuvieron que hacer fila.
Cuando salieron, el salón de divorcios seguía abarrotado.
Aún se escuchaban varias discusiones: voces femeninas agudas y gritos masculinos desgarradores, como si fueran escenas de una obra teatral intensa.
Solo que allí no había curiosos dispuestos a escuchar o mirar; quienes podían sentarse en ese lugar ya estaban lo bastante maltrechos.
Mariana bajó la vista hacia el acta de divorcio en su mano y luego levantó la mirada hacia la figura delante de ella.
Enrique caminaba solo, sin detenerse ni volverse a mirarla ni una sola vez.
Cuando él subió al auto, Mariana también se acercó y dijo: —Hasta aquí llegamos.
Enrique alzó los ojos.
—Puedo tomar un taxi de regreso al hospital. De cualquier manera, te agradezco por todos estos años... y por tu cuidado —añadió ella.
Al

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