Capítulo 10

Ricardo empujó la puerta de la casa, y la nueva lámpara de cristal en la entrada lo deslumbró de inmediato. De pronto, extrañó aquella lámpara de pared color ámbar que Lorena había escogido. —¡Ricardo, ya volviste! La voz de Julieta lo recibió desde la sala, impregnada de un aire de dueña de casa. Él no respondió, caminó directo al salón. Mateo estaba en el suelo, concentrado en armar un Lego. Mientras Julieta lo acompañaba con risas y palabras cariñosas. Aquella escena debería parecerle hogareña, pero en su interior solo crecía una molestia inexplicable. —¡Papá, volviste! Mateo levantó la mirada apenas un instante, para luego volver a charlar con Julieta, sin mostrar preocupación alguna por Lorena. Un estallido de rabia lo sacudió, y Ricardo alzó la voz con dureza: —¡Solo sabes jugar! Tu madre no ha regresado todavía, ¿y ni un poco de preocupación? Mateo se sobresaltó por el tono severo, pero pronto respondió con indiferencia: —¿Y qué tengo que preocuparme? Igual Julieta está conmigo.