Capítulo 20
Al día siguiente.
Emilio se había levantado temprano y había preparado sus cosas para ir a pedir la mano.
Al llegar a la villa de la familia Aguilar, llamó a la puerta durante largo rato, pero nadie respondió.
Emilio se quedó un rato en la entrada; no sabía por qué, pero pareció percibir un leve olor a quemado.
Era como si alguien hubiera encendido una vela allí.
El corazón de Emilio dio un par de sobresaltos.
Condujo hasta la residencia privada de Pedro.
Tampoco había nadie.
La cara de Felipe había adquirido un gesto insoportable.
Él, lleno de ilusión, pensaba que había cumplido el favor a la familia Aguilar; creía que al dar visibilidad al embarazo de su nieto lograría que su descendencia y la hija adoptiva de la familia Aguilar se casaran, pero una tras otra las citas se cancelaron.
—Abuelo, vuelva usted primero —dijo Emilio, con sudor frío en las sienes; conocía demasiado bien el temperamento de Felipe. —Yo ahora mismo organizaré gente para rastrear el paradero de Clara por toda la

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