Capítulo 37
Héctor levantó la vista y vio los ojos llenos de expectativa de Isabel.
Alguna vez, Leticia lo miró con la misma expresión.
Pero no sabía en qué momento esa mirada había desaparecido de su rostro.
Él dijo: —Gracias por el esfuerzo.
Isabel negó con la cabeza enérgicamente: —No es nada, por ti haría lo que fuera.
Héctor parecía echar de menos el sabor de los fideos, así que levantó los cubiertos y probó un poco.
La sensación al entrar en su boca era diferente a lo que estaba acostumbrado. Al morderlos, no encontraba esa textura suave; los fideos estaban demasiado cocidos, casi se deshacían en su boca, como si estuviera bebiendo caldo salado, sin la suavidad que deberían tener.
Frunció el ceño.
Recordaba que los fideos no sabían así.
La diferencia era demasiado grande.
—¿Está bueno? —preguntó Isabel, con los ojos brillando.
Héctor respondió: —No tengo mucha hambre.
Isabel se desanimó al instante: —¿No está bueno?
—Es que no tengo hambre. —repitió Héctor: —Ya es tarde, deberías irte.
Isabe

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