Capítulo 134
Y aquel broche para el cabello que ella creía un simple regalito resultó ser mucho más caro que el collar que Sara había entregado la primera vez para ganarse su favor.
Un collar de unos cuantos cientos de dólares era algo que Sara tenía en abundancia y podía regalar sin pensarlo demasiado.
Pero la hebilla, esa sí era un obsequio valioso. Y había sido entregada a Ana como un regalo especial.
Ella esperó durante mucho tiempo. Teresa le sirvió un vaso de jugo que estaba delicioso.
Hasta que, de repente, el vestíbulo se volvió inusualmente silencioso.
Ana levantó la cabeza enseguida, y sus ojos se iluminaron: efectivamente, Javier había llegado.
Ya lo había notado antes: cada vez que él aparecía, todos a su alrededor quedaban envueltos en un silencio absoluto.
Ana se levantó abrazando la caja de comida y, con voz alegre, exclamó: —¡Javier!
El vestíbulo estaba tan callado.
La voz de Ana retumbó con fuerza, como un trueno. Todos los presentes la escucharon.
Excepto Laura, ¿qué otra mujer se

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