Capítulo 140
Ana dio instrucciones diciendo: —Abuelo, entonces usted quite la hierba de este pedacito de tierra, yo voy a aflojar el suelo. De todos modos, esta parte está vacía. ¿Qué le parece si plantamos unos tomates y unos chiles?
Pablo no se había imaginado que también tendría que trabajar.
En realidad, en toda su vida, casi nadie se había atrevido a darle órdenes.
Ana parpadeó con sus grandes ojos y preguntó: —¿Abuelo, no sabe cómo hacerlo? ¿Quiere que le enseñe?
Pablo se agachó y empezó a arrancar la hierba. —Sí sé...
Ana no pretendía que Pablo hiciera algo; simplemente pensaba que él, sentado allí en silencio, parecía demasiado solo, con una especie de quietud envejecida y sin vida. Ella deseaba que él recuperara algo de vitalidad y se sintiera feliz.
Ambos, Pablo y Ana, se agacharon a trabajar.
Pablo parecía de mejor humor; incluso se inclinó un poco hacia ella y le preguntó en voz baja: —Anita, ¿cómo van las cosas entre tú y Javier? ¿Ya lograste conquistarlo?
Al escuchar el nombre de Javi

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