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Capítulo 36

Era demasiado alto. Ana vio a su yo de niña, inmóvil, observando cómo la sangre se le escapaba poco a poco del cuerpo. Su respiración se hacía cada vez más lenta, al borde de la asfixia. De pronto, alguien le sujetó la mano. Escuchó junto a ella la voz firme de un hombre. —Estoy aquí, no pasa nada. ¿Era la maestra Belén quien venía a salvarla? No, era Javier quien había venido a rescatarla. El pecho que tenía tan oprimido se llenó de aire y, en el siguiente instante, Ana respiraba con avidez. Viento violento. Caídas, giros, velocidad vertiginosa. Ella apretó la mano de Javier. Javier sintió que aquella manita en su palma estaba empapada de sudor frío. ¿Acaso esa Ana, que no temía a nada ni a nadie, tenía miedo a las alturas? En realidad, Javier ya había recibido la noticia de que David se la había llevado. También sabía que este no podía tener buenas intenciones, pero no lo detuvo. Con presión, llega la salvación. Solo cuando vio a Ana entrar en pánico, apareció. Podría haber detenido

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