Capítulo 45
Javier tenía la herida en la espalda, así que dormía de costado, dándole la espalda a Ana.
En realidad, antes de que ella entrara en la habitación, Javier solo estaba tumbado con los ojos cerrados, sin dormir.
Fue después de que ella entrara cuando su respiración se volvió poco a poco más estable.
En la penumbra nocturna, el antiguo reloj de pared del cuarto marcaba los segundos, uno tras otro, como si fueran a durar hasta el fin de los tiempos.
No se sabía cuánto había pasado cuando, agotada, Ana empezó a sentirse somnolienta. Estaba a punto de cerrar los ojos cuando.
Javier se movió de repente, como si quisiera darse la vuelta.
Ana se despertó de golpe: si se giraba, presionaría la herida.
Se bajó descalza del sofá y corrió rápidamente hasta él, apoyando las manos sobre su hombro para evitar que se moviera.
Contuvo la respiración, temiendo despertarlo.
Sabía bien que Javier estaba demasiado alerta, que cualquier ruido lo ponía en guardia.
En ese momento, empujándolo con las manos, su

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