Capítulo 58
José llevó a Ana de regreso a Residencial La Colina.
—Gracias, doctor José. Yo entraré primero, hasta luego.
—¡Ana!
—¿Eh? ¿Hay algo más?
—No, nada, hasta luego.
José pensó que se estaba volviendo loco. En ese instante, había tenido el impulso de advertirle a Ana que no entregara el cien por cien de su corazón a Javier.
Cuando una persona se da sin reservas, el daño que recibe al ser herida es devastador.
Pero, al fin y al cabo, él no podía arruinar los planes de Javier.
Con el ánimo sombrío, José se marchó.
…
Ana regresó a la casita.
Javier debía de estar ya descansando. Temiendo despertarlo si subía directamente, primero se aseó en la habitación de invitados del piso inferior, se puso el pijama y solo entonces subió.
Abrió la puerta con cuidado, dejó las zapatillas junto al marco y entró descalza.
Con la luz tenue de la lámpara nocturna, vio que Javier ya dormía.
Seguía acostado de lado, pero esta vez, de frente al sofá.
Ana avanzó sobre la alfombra descalza, sigilosa como un gato, si

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