Capítulo 9
En el acto, el corazón de Ana empezó a latir con especial rapidez.
Miró la expresión sombría de Alejandro y, en su fuero interno, tuvo la certeza de que, si no respondía bien a aquella pregunta, probablemente él la encerraría para siempre en Villa Monte Real.
—Ana, ¡habla!
Alejandro se acercaba paso a paso; su fría presencia parecía envolverla por completo.
El ambiente se volvía cada vez más tenso.
Bajo la mirada fija e inamovible de él, Ana se clavó las uñas en la palma de la mano.
Respiró hondo varias veces antes de abrir la boca. —Sí, lo he oído todo.
Nada más decirlo, Alejandro frunció profundamente el ceño.
Pero Ana no le dejó oportunidad de hablar; alzó los ojos enrojecidos para mirarlo, y las lágrimas cayeron en cuanto asomaron.
—Alejandro, ¿se estaban burlando de mí hace un momento?
—Lo he oído todo, eso de "Ana", "amante" y demás.
A propósito dejó que la voz se le quebrara un poco y siguió: —Ya que tú y tus amigos me desprecian tanto, mejor lo dejamos.
Resultaba que Ana solo h

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