Capítulo 18

Cada vez que llegaban buenas noticias sobre Mariana, el mueble bar del despacho de Nicolás volvía a abrirse esa noche. No necesitaba compañía. Solo se sentaba en la oscuridad, frente a las luces de la ciudad tras la ventana, bebiendo solo, una copa tras otra del licor más fuerte. Observaba su sonrisa segura en la pantalla al recibir un premio. Al principio reía, pero luego venían las lágrimas. Lágrimas mezcladas con whisky, que le ardían en la garganta y el alma. Era una emoción compleja. Orgullo genuino por ella, remordimiento que calaba hasta los huesos, una pérdida irreparable. Todo ello convertido en una soledad infinita. En secreto, seguía usando su influencia para allanar el camino de Mariana. Cuando algún competidor intentaba sabotear el ascenso de su estudio, al día siguiente la empresa rival amanecía bajo una auditoría repentina por irregularidades graves. Si un cupo internacional era reemplazado por maniobras internas, el comité recibía poco después una presión imposible de i